Época: Primer franquismo
Inicio: Año 1945
Fin: Año 1950

Antecedente:
El primer franquismo
Siguientes:
El resurgimiento de la oposición
Las reformas de 1945
Franco, aislado
La legitimación como Monarquía
La decadencia de la ofensiva de la oposición
El final del ostracismo

(C) Stanley G. Payne



Comentario

Durante la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial Franco había mantenido relaciones más cercanas con Alemania e Italia que con los Aliados, no sólo porque estaba a favor del Eje y creía que ganarían la guerra, sino también porque reconocía que una derrota del Eje podría tener consecuencias muy graves para el futuro de su Régimen. Las promesas tranquilizadoras que le habían hecho Gran Bretaña y Estados Unidos al comienzo de la Operación Antorcha habían sido alentadoras, pero Franco tardó demasiado en tomar las medidas necesarias para una neutralidad real y en iniciar la cooperación con los Aliados. En Brasil, las fuerzas populares derrocaron el régimen de Vargas y el hecho de que sus tropas hubieran luchado al lado de los Aliados en Europa tampoco le salvaron. En la Península, el Estado Novo portugués, que siempre mantuvo su alianza tradicional con Gran Bretaña, había sido más discreto y más genuinamente neutral que el Gobierno español. Además, los orígenes del régimen portugués eran oscuros y no estaban asociados con Italia ni con la Alemania nazi. Salazar siempre había procurado evitar -aunque no completamente- el estilo fascista y siempre rechazó identificarse abiertamente con los regímenes de Europa Central. De este modo, el Gobierno portugués escapó del ostracismo de su homónimo español y pudo tomar parte en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949. Además, el régimen de Lisboa llevó a cabo una liberalización formal de su sistema político corporativo en 1945 para darle un aspecto más democrático.
El Régimen de Franco se estaba juzgando no sólo por su política durante la guerra sino también el modo en que se formó durante la Guerra Civil, en la que recibió ayuda de Italia y Alemania. Como dictador militar, Franco ofrecía una imagen claramente más fascista que el profesor Salazar. Se hablaba de su Gobierno como el último régimen fascista de Europa y, durante los primeros años después de la guerra, lo denunciaban prácticamente todos los demás Estados. A cualquier distinción que se quisiera hacer entre franquismo y hitlerismo se le hacía caso omiso.

A esto el Régimen respondió con indignación. Siguió haciendo alarde de su independencia y originalidad, y señaló con el dedo a los comunistas como promotores de la hostilidad que se mostraba ahora hacia él. Sin embargo, no denunció la hipocresía que había en presentar a Franco como el demonio, mientras se aceptaba alegremente la expansión del totalitarismo por la mayor parte de Europa del Este; a comienzos de 1945 nadie quería escuchar. El odio era tan intenso que los trabajadores españoles repatriados de Alemania sufrieron toda clase de ataques a su paso por Francia. Con la negativa a que España formara parte de las Naciones Unidas, se condenó al país al ostracismo político y militar, mientras que a su tambaleante economía se le cerraron las puertas a cualquier tipo de crédito internacional y a muchas oportunidades. Ninguno de los Estados occidentales estaba dispuesto a levantarse en armas contra el Gobierno de Madrid, pero se instaba a la oposición interna a que llevara a cabo la acción por su cuenta.